Bajo un sol abrasador, varias camionetas aguardaban en la pista el aterrizaje de una avioneta blanca en el aeropuerto de Santa Teresa, un pueblo con poco más de 6.000 habitantes en la frontera entre Estados Unidos y México. Joaquín Guzmán López, hijo de El Chapo Guzmán, y Ismael "El Mayo" Zambada, fundador y líder del Cartel de Sinaloa, descendieron de la aeronave. La captura, llevada a cabo por agentes del FBI y la DEA, fue impecable, sin un solo disparo. La leyenda criminal de "El Mayo", uno de los capos más buscados y poderosos del mundo, parecía llegar a su fin, pero la realidad fue diferente.
Las teorías se multiplicaron para explicar las misteriosas imágenes de aquel 25 de julio, aumentando las tensiones entre ambos países. La influencia política del cartel y los temores de un estallido de violencia en Sinaloa se convirtieron en temas candentes, con acusaciones de traición y una ola de asesinatos de narcotraficantes que han generado alarma. Un mes después de la detención, el escándalo persiste. La caída del último gran narcotraficante a manos de Estados Unidos ha dejado a México envuelto en incógnitas, contradicciones y sospechas.