La lluvia cae silenciosa sobre el zócalo de Ciudad de México, tapada por los gritos de justicia y los puños en alto en conmemoración de los 10 años de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. La ira acumulada durante una década sin respuestas se hace presente en la multitud que marcha con tristeza y rabia. El tiempo apremia, ya que el sexenio de Andrés Manuel López Obrador está por terminar y las promesas de esclarecer el caso siguen sin cumplirse. La investigación, encargada por el presidente, se detuvo al tocar al Ejército y no avanzó más. En este aniversario, un Palacio Nacional blindado y sordo representa la falta de respuesta a un clamor de justicia que sigue resonando en las calles.
La rivalidad entre facciones del Cartel de Sinaloa se ha expandido a varios Estados de la frontera norte, donde Los Chapitos y el grupo liderado por El Mayo Flaco, hijo de El Mayo Zambada, controlaban el lucrativo negocio del tráfico de drogas sintéticas hacia Estados Unidos. Este conflicto ha generado gran agitación en el mundo del narcotráfico en México, sembrando el temor entre la población ante la posibilidad de nuevos enfrentamientos en lugares como Sonora, Baja California, Chihuahua y Durango. "Las calles lucen desoladas y los negocios cierran temprano", comenta Eduardo López, reconocido periodista de Ciudad Obregón, ubicada al sur de Sonora y una de las ciudades con mayor índice de homicidios en el país. La inseguridad se ha apoderado de la región, generando un clima de tensión y temor entre sus habitantes.