
La lluvia cae silenciosa sobre el zócalo de Ciudad de México, tapada por los gritos de justicia y los puños en alto en conmemoración de los 10 años de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. La ira acumulada durante una década sin respuestas se hace presente en la multitud que marcha con tristeza y rabia. El tiempo apremia, ya que el sexenio de Andrés Manuel López Obrador está por terminar y las promesas de esclarecer el caso siguen sin cumplirse. La investigación, encargada por el presidente, se detuvo al tocar al Ejército y no avanzó más. En este aniversario, un Palacio Nacional blindado y sordo representa la falta de respuesta a un clamor de justicia que sigue resonando en las calles.