
Cada mañana, Yazmín experimenta una sensación inquietante en su pecho al comenzar su jornada laboral. Mientras su hija se queda en casa, decide no llevarla a la escuela por motivos de seguridad. A pesar de sentirse angustiada por la incertidumbre de si volverá a ver a su hija, se dirige al trabajo sin derramar una lágrima. Como funcionaria del Gobierno, se enfrenta a la presión de no poder faltar al trabajo, a pesar de la falta de protección y apoyo. Con un seguro de vida de menos de 100.000 pesos, se cuestiona qué dejará a su pequeña en caso de cualquier eventualidad. Esta es la cruda realidad que enfrenta Yazmín, cuya identidad se mantiene en anonimato.